lunes, 30 de noviembre de 2009

COMENTARIOS DEL MES DE DICIEMBRE

Ya puedes comentar los libros que has leido!

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LA PUERTA DEL TIEMPO


La puerta del tiempo de Pierdomenico Baccalario:
Cuando Jasón, Julia y sus padres llegan a Villa Arso, una casa antigua situada junto a un acantilado, les el mayordomo Néstor les enseña la mansión y les advierte que no utilicen una de sus puertas. Desde el primer día, Jason tiene la intuición que la casa esconde algún secreto, ya que muchas veces, por las noches, oye susurros y pasos. Un fin de semana los padres se van a Londres y Jasón y Julia descubren una gruta en el acantilado y allí encuentran un paquete. Al abrir el paquete, ven un mensaje en clave que logran descifrar y que habla de una cueva escondida donde los brujos se reunían en el equinoccio de primavera. Siguiendo la pista de este mensaje, los dos gemelos empiezan a hurgar en el poderoso misterio que esconde la casa...

LA PUERTA OSCURA


“El viajero” es el primer título de la trilogía “La puerta oscura”. Y sinopsis es la siguiente “París. Noche de Hallowen de 2008. Un grupo de estudiantes organiza una fiesta siniestra a la que han de acudir disfrazados. Pascal, un chico de 16 años tímido e inseguro, asiste a la fiesta y por una casualidad del destino se ve inmerso en una aventura sin vuelta atrás: cruzará la puerta que comunica nuestro mundo con el de los muertos. Pero no será el único. Un espíritu maligno, a su vez, campará a sus anchas por París, sembrando la ciudad de muerte y terror. ” El libro consta de 653 páginas… ¡¡¡Sehhhh…!!! Al fin un libro que no me podré tragar en un solo día xD I’m happy

Un ángel, probablemente


El protagonista es un ingeniero italiano que, siendo niño, sufrió las consecuencias de la guerra mundial. Se instala en un imaginario país africano y allí organiza las cosas para recoger a niños heridos o abandonados a causa de la guerra que asola el país, hasta que un día llegan soldados...La narración está estructurada en capítulos cortos y contada en tercera persona. Los acentos son explicativos y amables aunque la dureza de lo que se narra es patente: el autor parece que trata de conmover sin golpear. En conjunto es un buen intento de transmitir la dureza de las vidas de los niños que se ven afectados por tantas guerras en África; es un elogio a quienes sacrifican sus comodidades para prestar ayuda, y un reconocimiento también de que, al final, siempre hace falta «un algo más» para que todo salga bien.

FILO ENTRA EN ACCIÓN

Ilustraciones: Tino Gatagán

Traducción: Luis Pastor

Número: 14

Lectura recomendada para primer ciclo de la E.S.O.

LA AUTORA:

Christine Nöstlinger es una de las más interesantes autoras juveniles por la temática nada convencional de sus libros y por su estilo literario que recrea el lenguaje coloquial juvenil. La escuela la familia y las relaciones entre los jóvenes son sus temas favoritos que siempre trata con sentido crítico y bastante humor.

Nació en Viena en 1936 y siempre ha vivido en esta ciudad. Tiene importantes premios como el Premio Alemán al Libro Juvenil el Premio Nacional Austriaco y el Premio Andersen este último considerado el máximo galardón internacional que recibió en 1984.

En Espasa también ha publicado Intercambio con un inglés (EJ 2) El abuelo misterioso Anatol y Desiree y El fantasma de la guarda.

ARGUMENTO:

En la clase de 8- D se han producido una serie de robos que han creado mal ambiente entre los compañeros. Uno de ellos es acusado de robar un reloj de oro. Sus mejores amigos: el inteligente Filo el valiente Picas y la sensata Lilibeth deciden demostrar su inocencia. A Filo no le agrada demasiado tener que sospechar de los demás pero el honor de su amigo está en juego y decide toma cartas en el asunto. Mediante la técnica de eliminación y grandes dosis de lógica e ingenio conseguirá descubrir al verdadero culpable.

A través de este entramado de detectives la autora nos presenta las relaciones las inquietudes y los problemas de los niños de trece años de 8- D.

RELACIÓN CON LOS TEMAS TRANSVERSALES:

-La amistad el compañerismo y los compromisos mutuos entre los miembros de un grupo de amigos es lo más importante.

-La narración impulsa a crear juicios personales en la deducción de los hechos que se plantean.

-Del pensamiento lógico se obtienen mejores resultados que de la intuición no razonada.

-El racismo y el sexismo no afecta a los protagonistas es un modelo a seguir.

-Acusar a alguien sin tener pruebas seguras es un grave error y las consecuencias pueden ser peores que el propio delito.

-El cariño como necesidad de todos los seres humanos y en nuestras manos está el darlo.

-Enseña que no se debe jugar con los sentimientos de los demás.

-Lenguaje juvenil accesible al lector.

lunes, 23 de noviembre de 2009

LA PUERTA DE CARONTE


La puerta de Caronte es la sexta entrega de "La llave del tiempo", una serie que combina la fantasía y la ciencia ficción para crear un universo propio lleno de riqueza y atractivo. En esta sexta entrega de la serie, Martín y sus amigos atravesarán la puerta que conduce hasta Eldir, el inquietante y misterioso infierno de los perfectos. Allí les espera un mundo salvaje e inhóspito, donde la simple supervivencia supone un continuo desafío. Pero, en realidad, Eldir es mucho más... Sus ásperos paisajes esconden algunos de los secretos mejor guardados de Areté, y la clave para desentrañar el enigma de su enorme riqueza. Colección galardonada entre "Los mejores libros para niños y jóvenes 2008" por el Banco del Libro: "Una bien lograda mezcla de ciencia ficcción, relato de aventuras y novela juvenil. La historia destaca sobre todo por la precisión de sus descripciones, la solidez de su trama y la claridad de su lenguaje".

El Legado de Hipatia









En las largas noches de insomnio, un escritor trabaja en su novela sobre Hipatia, una hermosa y erudita mujer, matemática y filósofa de Alejandría. Una noche busca en su biblioteca el libro Alejandría, una primera edición que su abuelo había comprado en 1934. Lee algunas páginas y lo cambia de estantería. Al día siguiente, descubre que el libro ha vuelto a su antiguo lugar. Este hecho misterioso lo lleva a recordar otra noche, cuando tenía doce años y se le apareció su abuelo, fallecido nueve días antes.

GANADOR DEL I CONCURSO DE HISTORIAS DE TERROR EN LA WEB

Una noche de Halloween movidita

Eran las ocho y media y aún no se había vestido, ni siquiera sabía qué se iba a poner. “¡Mierda!“ Pensó Cleo, seguramente llegaría tarde como casi siempre.

Cleo o mejor dicho Cleopatra, -que era su verdadero nombre- era una chica de diecisiete años. Pelo moreno y rizado, ojos color avellana, delgada y esbelta. Tenía una tez olivácea, unos labios carnosos y una nariz pequeña y recta. Era, en definitiva, una chica atractiva.
Era la noche de Halloween. Cleo había quedado con su nuevo novio, Antoine, en una discoteca que celebraba esa noche tan terrorífica con una fiesta de disfraces.
Antoine era un chico rubio; sus ojos eran grises claros, su piel morena y era fuerte, ya que era el capitán del equipo de fútbol del instituto. Era el chico por el que todas las chicas suspiraban al verle pasar, y deseaban estar entre sus brazos. Y ahora Cleo le había conseguido, aunque no estaba orgullosa de ello. En realidad a Cleo no es que le gustase mucho Antoine, por no decir nada, su amiga Alessia había insistido tantísimo para que ella saliese con él, que prácticamente Cleo no tuvo más remedio que hacerlo.
Cleo era una chica muy tranquila, no le iban las discotecas, ni la fiesta, ni nada de eso que todos los chicos y chicas de su edad hacían. Pero le había prometido a Antoine que iría y no quería defraudarle, después de todo ella no era una mala chica, y aunque él no le gustase no tenía porque tratarle como a un trapo.
A ella le gustaban los chicos distintos, no el típico pijo de instituto que sale con la primera chica guapa que se encuentra y después cuando se cansa de ella o encuentra a otra mejor se hace el bueno y la dice: “Lo siento mucho, te quiero, pero no como a una novia, sino como a una amiga”, y se queda más ancho que largo. Pues no, Cleo no se iba a dejar engañar, sabía que Antoine era así, pero ella le iba a plantar a él a la menor ocasión. Puede que incluso hoy fuese esa ocasión. Ella era lista, no iba a permitirlo, nadie se reiría de ella.

Cleo cogió de su armario toda la ropa negra que encontró, la colocó sobre su cama y comenzó a combinarla. Cinco minutos después ya lo tenía todo listo para ponérselo. Había optado por un vestido que su madre le había regalado hacía dos meses de color negro y con rayas horizontales plateadas, unas medias de espuma del mismo color y para terminar, se puso las botas altas de terciopelo negro y tacón fino. Ya estaba todo preparado, solo le faltaba pintarse un poco los labios y los ojos para que pareciese más terrorífica. Tampoco sabía de que iba disfrazada, pero le dio igual, solo quería dar un poco de miedo y divertirse, aunque no estaba de muy buen humor. Pero había hecho una promesa.

Mientras se maquillaba en el enorme espejo de su habitación, entró su perrita Tula. Era de raza Pomerania, y toda ella parecía una bola de pelo. Llevaba con ella un par de años y le tenía mucho cariño. La perrita se estiró y abrió la boca, ya que seguramente se habría pasado la tarde durmiendo en su cesto. Cleo no se dio cuenta de su presencia, y siguió a lo suyo. La perrita molesta, por su falta de atención hacia ella, se hizo de notar metiéndose entre las piernas de Cleo. Esta se sobresaltó y lanzó una exclamación ahogada, pero luego, al ver que solo era Tula, se serenó y obligó a su corazón a refrenarse. Parecía que le iba a estallar.
Se agachó para hacerle un mimo a la perra:
-¿Qué pasa Tula? La próxima vez no me des esos sustos, y menos en una noche de Halloween. Ya sabes lo poco que me gusta eso. ¿De acuerdo?- Le preguntó.
La perra, indiferente y moviendo la rizada cola, emitió un pequeño ladrido a modo de contestación y se volvió a marchar. Cleo siguió con su tarea, se atusó un poco los rizados cabellos y miró el reloj. Maldijo en voz baja: ya casi eran las nueve, perdería el metro y no podría hacer todo ese camino hasta la discoteca andando, y mucho menos con aquellas botas. Se dio toda la prisa que pudo y cuando acabó, cogió las llaves del pequeño gancho colgado junto a la puerta principal, apagó todas las luces y salió pitando de la casa con un sonoro portazo.
Cuando salió del portal de la casa se dio cuenta de algo: no llevaba abrigo, hacía mucho frío y el vestido que tenía puesto no era suficiente para refrenar aquella temperatura del mes de octubre. Pensó en seguir corriendo y coger el metro hasta la discoteca, total después entraría dentro de ésta y no tendría frío. Pero decidió que lo mejor era volver a su casa lo más rápidamente posible y coger alguna prenda de abrigo, así que volvió a coger las llaves, abrió el portal y subió las escaleras de dos en dos hasta que llegó hasta la puerta de su casa. Abrió la puerta de nuevo. Una vez dentro fue encendiendo todas las luces hasta que llegó a su habitación. Abrió el armario y miró para ver qué se podía poner. Por fin después de remover todas las perchas de su armario y dejarlo todo empantanado, encontró una gabardina de color negro que le servía muy bien. Se la puso y volvió a cerrar por segunda vez la puerta. Y esperó que fuese la última. Después salió a la calle. Miró el reloj preocupada, había perdido cuarto de hora, tenía que correr si no quería perder el metro. Lo difícil iba a ser conseguirlo yendo subida en esos tacones, pero daba igual. Tenía que intentarlo.
Comenzó a andar deprisa, y al darse cuenta de que así no lo conseguiría, se lanzó en una carrera desenfrenada. La gente la miraba perpleja mientras ella hacía, literalmente, equilibrio sobre los tacones de sus botas de terciopelo, con la cara surcada por grandes ojeras artificiales y los ojos pintados tan negros que apenas se le veían. Observó a más gente que, al igual que ella, también iban disfrazados. Vio a una bruja, un druida, a la muerte… Pero después solo se concentró en correr y en esquivara a la gente que se le ponía por delante.

Cuando llegó a la estación del metro y preguntó a la señora de la cabina si el numero trece había pasado y ésta le dijo que no, Cleo se sintió tan aliviada que casi se cayó al suelo. Agradeciendo a la señora de la cabina y cogiendo el billete que acababa de comprar, se dirigió hacia el andén donde el metro pararía. Estaba tan agotada que, cansada de esperar de pie, se sentó en un banco cercano. Allí mismo había también sentado un hombre de unos cincuenta años. Cleo, como era muy educada, preguntó en un tono suave al señor:
-Perdone buen hombre ¿me permite que me siente?-.Dijo con toda la gentileza de la que fue capaz.
El hombre no contestó y se quedó mirando la cara de Cleo, después alzó sus manos hasta la cara de la chica, que desconcertada no se movió. El hombre puso sus manos en la cara de Cleo y cerró los ojos. Cuando los abrió tenía una expresión demacrada y de terror, se alejó marcha atrás y tropezando con el que se interponía en su retroceso. Cleo no sabía que le pasaba, intentó detener al señor pero este no reaccionaba y al final cayó en las vías del metro, donde con un crujido fue atropellado. Cleo se asomó a las vías y solo vio sangre y vísceras. Se alejó de allí asustada y con el estómago revuelto por lo que había visto. Estaba horrorizada y no sabía qué hacer. Inconscientemente se metió en el metro que tenía el número trece y huyó de allí.
Cuando su mente comenzó a funcionar de nuevo se dio cuenta de que estaba sentada en un asiento del metro. El vagón estaba vacío, o eso pensó Cleo, por lo que comenzó a llorar cubriéndose la cara con sus dos manos. Se le iba a correr todo el maquillaje, pero no le importó, así seguro que daría más miedo, aunque ya le daba igual todo, Antoine, el disfraz, la discoteca y todo. Absolutamente todo.

Ahora solo tenía una pregunta en su cabeza: ¿Por qué ese hombre se ha arrojado a las vías del metro al tocar mi cara? Cleo no se lo podía explicar, parecía como si aquel señor tan extraño hubiese presenciado una visión al tocar su cara y le hubiera dado tanto miedo como para arrojarse a las vías. Pero eso no podía ser posible, eso no podía haber sido la razón para que ese individuo se suicidara así. Estaba muy asustada, no podía creerse aquello, tenía que ser todo un sueño… Al final Cleo se secó los ojos y se dijo a sí misma que no ocurría nada, simplemente el lunático aquel se había tirado a las vías porque estaba loco. Sí, seguro que había sido eso. Respiró profundamente para no comenzar a hiperventilar y alzó la mirada hacia el vagón.
Al hacer esto se encontró con la mirada de un muchacho, que no le quitaba ojo. Cleo se quedó un poco confusa y le devolvió la mirada. Era un chico moreno, ojos oscuros pero con una chispa de verde esmeralda, piel pálida, labios rojos.
Cleo le siguió mirando, mientras éste hacía lo mismo. Ella pensó que era un chico muy guapo, parecía alto, aunque ella no podía saberlo con claridad, ya que permanecía sentado. Además parecía fuerte, aunque de esto tampoco podía estar segura, él llevaba un abrigo.
Mientras él la miraba, ella se sentía cohibida, veía esos ojos tan profundos como un agujero negro que no paraban de mirarla y de escrutarla. Cleo pensó en decirle algo para poder escuchar su voz, para ver si ésta estaba en perfecta armonía con su aspecto, pero desterró esa idea. De repente la asaltó un nuevo pensamiento sin ser consciente. En él se la veía levantarse de su asiento ir hacia él y besarle en los labios, en esos labios rojos y apasionados…
Cleo meneó la cabeza confusa de nuevo por ese pensamiento, ¿por qué había pensado aquello? Y lo más importante ¿por qué con ese desconocido?, sí, era guapo y eso, pero ella estaba con Antoine, no debería pensar esas cosas o ¿quizá si? Su cabeza era como un torbellino. No podía pensar con claridad y no sabía porqué. Volvió a menear la cabeza y desvió la mirada de aquel desconocido, sin saber que él estaba deseando lo mismo en ese momento.




Él no podía creerlo, ¿por qué no lograba apartar la mirada de aquella chica?, era como si solo estuviese ella, como si no existiera el vagón de metro ni nada. Sólo ella, aquellos ojos suyos color avellana enmarcados por una sombra negra y morada, aquel pelo negro rizado…
Pero, qué le pasaba, nunca antes había sentido algo así, en sus más de cien años de no-vida nunca le había pasado nada de ese tipo. Y lo más curioso era que aquella chica era humana. Si hubiese sido un vampiro lo podía haber comprendido. Sabía de algunos vampiros que podían controlar la mente de otros más débiles, pero aquella humana no tenía poderes de ningún tipo, al menos eso parecía. Sin embargo, parecía irradiar una energía irracional, nunca había sentido nada igual, le asustaba. Y más viniendo de una humana. Sentía como si solo existiese ella. Como si tuviese que estar siempre con ella.

En ese mismo momento estaba deseando hacer lo mismo que había pensado ella hacía unos instantes. Parecía que estaban unidos por un hilo invisible muy fuerte. Un hilo que nada ni nadie podría romper. Jamás.




Cleo alzó la mirada para comprobar si el chico la seguía mirando, y se volvió a encontrar con sus brillantes ojos. En esta ocasión no desvió la mirada. Se quedó mirándole a la espera de que se sintiera como ella se había sentido antes y desviara la mirada. Pero él seguía ahí con sus ojos, su pelo negro y liso, sus labios rojos y de nuevo a Cleo la asaltó el recuerdo de éste. No sabía qué le pasaba, y entonces él se levantó, sin quitarle los ojos de encima a ella y se encaminó hacía su asiento, siempre mirándola, siempre… Cleo se sentía como hipnotizada por aquella mirada, miraba cómo se acercaba él, pero en realidad solo veía sus ojos oscuros que a la vez tenían un toque de verde escondido.

Una fuerte sacudida movió todo el tren, el chico se tambaleó pero mantuvo muy bien el equilibrio. Cleo no corrió la misma suerte y cayó de su asiento, logró poner las manos en el suelo antes de sufrir una lesión. Entonces, unas manos la agarraron y la sentaron en el asiento del que se había caído. Al alzar los ojos Cleo se encontró con los mismos ojos de antes, los mismos que antes la habían escrutado, parecían preocupados. Pero al ver que ella estaba bien se serenaron. Aunque solo un poco. Cuando estaba a punto de dar las gracias al desconocido por ayudarla, este se situó al lado del cristal del metro, con un rápido movimiento del brazo, le rompió con el codo y salió por la pequeña ventana al exterior.

Cleo no daba crédito a lo que acababa de ver, no podía ser verdad. ¿Cómo una persona rompe la ventanilla de un metro y se tira de él en marcha? ¿Cómo? Aquello no podía ser real, primero lo del señor que se tira a la vía y le atropella el metro y después esto… Cleo se decía a sí misma “Todo esto es un sueño, ahora me despertaré y estaré en mi cama, con Tula a mi lado”.
Mientras estaba sumida en sus ensoñaciones, un ruido procedente de fuera del metro la trajo de nuevo hacia la realidad bruscamente. Los sonidos procedían del techo del metro, alguien o algo allí arriba estaba ocasionando los golpes. Sonaban arañazos y gruñidos.
Cleo estaba tan asustada que no podía ni gritar, había vivido demasiado hoy ya. Esto era demasiado. Los golpes continuaron hasta que terminaron en una especie de aullido agónico. Luego el metro sufrió como un bache y todo acabó. Ya no se volvió a notar nada.
En cuanto las puertas correderas del metro se abrieron un poco después, Cleo salió despavorida de allí, se dijo así misma que nunca volvería a coger el metro, al menos no sola.
Con todo el revuelo Cleo no sabía ni en qué parada se había bajado, por lo que miró los carteles. Curiosamente algo le salía bien aquella noche: había salido en la parada acertada, la que le llevaría hasta la discoteca y hasta Antoine.

Después de andar dos manzanas llegó a la puerta de la discoteca. Ante ella había dos hombres vestidos de negro, debían de ser los puertas. Giró la cabeza hacia la derecha y se encontró con Antoine, que iba disfrazado de pirata. Se encaminó hacia él y le saludó:
-Hola Antoine, perdona si llegó tarde-. Se disculpó Cleo.
-¿Por qué te disculpas? Llegas pronto. Pensé que por lo menos tardarías otros diez minutos en llegar-. Le contestó jovialmente él.
Cleo miró el reloj desconcertada, tan solo eran las diez menos cuarto, el viaje en metro le había parecido eterno, por eso se sentía tan desconcertada.
-Ah vale, bueno, qué, ¿entramos?-.Preguntó aún confusa.
-¡Claro pequeña! Vamos a divertirnos-. Y diciendo esto le rodeó la cintura con la mano en la que tenía el garfio en intentó besarla, pero ella se resistió. Entraron en la discoteca que se llamaba “LAS SOMBRAS”.

Se dirigieron primero a la barra para pedir unas bebidas, Cleo pidió solo una Coca – Cola mientras que Antoine pidió un mojito. Después de tomarse sus respectivas bebidas se encaminaron a la pista de baile y comenzaron a moverse al ritmo de la música.
Cleo bailaba de forma desganada, no podía pensar en lo que le había pasado. Pero lo que recordaba con mayor nitidez eran los ojos de aquel muchacho desconocido. No se le podía quitar de la cabeza. No sabía porqué era aquello. Y le asustaba.

Antoine cada vez estaba más pesado, no hacía más que acercarse a ella y sobarla, sujetaba sus caderas mientras ella bailaba, la verdad es que era un sobón. No era difícil adivinar lo que quería.

-Estás muy callada ¿te pasa algo?-.La interpeló él.
-No solamente necesito ir un momento al baño-. Le dijo ella en un intento por desprenderse de él.
-Está bien, ve. Yo te esperaré al lado de la barra-.Y se alejó hacia el lado contrario.

Cleo pasó entre la gente que bailaba en la pista, no sabía hacia dónde ir, quería irse de allí, pero no quería volver a montar en metro y mucho menos ir andando. Comenzó a dar vueltas por la discoteca, mirando a la gente. No conocía a nadie, de lo contrario se habría quedado con quien fuera.
Siguió vagando hasta que llegó a una puerta, no había nada escrito en ella. No se sabe lo que impulsó a Cleo a entrar, el caso es que lo hizo.
Dentro todo estaba oscuro, solo se veía una luz muy tenue y las siluetas de algunas personas. Casi todas las personas estaban por parejas. Entonces Cleo comprendió que era un cuarto oscuro de los que hay en las discotecas para que vayan las parejas. Cuando quiso salir alguien se lo impidió, al mirar vio el parche en el ojo y al rodearla con un brazo sintió como un garfio. Era Antoine, como no, siempre tan oportuno.

-¿Qué pasa, quieres jugar?-. Le preguntó mientras le desabrochaba el vestido.
-No, Antoine, déjame. De verdad déjame-. Cleo intentaba resistirse como podía, pero Antoine era más fuerte con ella.
-Has si do tú la que ha entrado aquí, eso es que quieres jugar ¿verdad?-. Seguía tocándola y dejando caer el vestido a los pies de Cleo dejándola semidesnuda.
-No, Antoine, para ya por favor. Me he equivocado, yo solo buscaba el baño, no quería entrar aquí-. Seguía intentando desasirse de él, pero seguía sin poder.
-De eso nada, sé que me deseas-. Seguía insistiendo él.
-De verdad que no, para ya. Te he dicho que pares, lo digo en serio-. Intentó sonar amenazante, sin embargo, no lo consiguió.
-Yo también hablo en serio-. Cada vez Cleo tenía menos ropa.
-¡Te he dicho que pares ya, joder!-. Cleo ya enfadada de todo lo que le estaba pasando ese día estalló en gritos.
De repente las avariciosas manos de Antoine la soltaron y Cleo quedó liberada
-La señorita te ha dicho que la sueltes, ¿por qué no lo has hecho a la primera?-. Dijo una voz desconocida. Sonaba enfadada, pero aún así era musical y seductora.

Cleo intentó ver quién era, pero apenas había luz y lo único que consiguió ver fue unos ojos que tenían un reflejo verdoso. Aquello le fue suficiente, sabía quién era, reconocería esos ojos entre un millón.

-¡Hey! Suéltame, chulo de mierda. ¿Qué te has creído?-. Protestaba e insultaba Antoine, mientras intentaba quitarse la mano del cuello que el desconocido apretaba.
-Te equivocas conmigo, que lo sepas-. Al decir esto el chico movió la mano del cuello de Antoine, sonó un chasquido y cayó éste inerte al suelo.
Cleo miró horrorizada al desconocido chico sin saber qué hacer. Acababa de matar a Antoine, no podía ser. ¿Qué cosa peor le podía pasar hoy?
El chico se acercó a ella con las manos en alto, estaba seguro de que estaba asustada, pero necesitaba que fuera con él si no podrían matarla. De hecho, ya lo habían intentado.
Cleo permaneció quieta mientras él avanzaba, pero cuando estuvo más cerca de ella, ésta empezó a retroceder por cada paso que él daba.
-No tengas miedo, no voy ha hacerte daño-. Intentó tranquilizarla él. Ella recogió sus ropas del suelo y se las puso encima como pudo. Se ruborizó al mirar hacia abajo y ver que las únicas ropas que le cubrían el cuerpo eran las medias y el sujetador, lo cual no era mucho. Ah por supuesto también llevaba todavía puestas las botas.
-¿Cómo pretendes que no te tenga miedo? Acabas de matar a una persona y pretendes que no te tenga miedo-. Decía Cleo paranoica.
-No le he matado, solo te le he quitado de encima. Mira, su corazón todavía late-. Le dijo mientras le señalaba para que lo comprobara.
-¿De verdad? ¿Lo dices en serio?-. Preguntó una y otra vez.
-Claro que sí, ¿cómo iba a matarle? Aunque me han dado ganas-. Aseguró él con voz fiera al pronunciar la última frase.
-Bueno, en ese caso… gracias por quitarme a ese gusano de encima-. Le agradeció Cleo en un tono amable.
-De nada, Cleo-.Le dijo él.
-¿Cómo sabes mi nombre?-. Le preguntó ella, no recordaba que Antoine la hubiese llamado mientras él lo pudiese oír.
-Eh… yo me llamo Alan, encantado-.Intentó evadirse él de la metedura de pata que había cometido.
-Ah vale, bueno tú ya sabes mi nombre. Encantada igualmente-. Dejó correr el tema del nombre y se mostró amable con él.

Alan la sonrío y se quedó mirándola fijamente como había hecho anteriormente en el metro. Ella le devolvió la mirada. Los dos parecían hipnotizados, el uno por el otro. Entonces ella se acordó de que estaba casi desnuda y se ruborizó aún más que antes, ya que Alan estaba frente a ella. Él dándose cuenta, se dio la vuelta para que Cleo se pudiese vestir. Cuando ella acabó él extendió la mano hacia ella, esta la tomó. Salieron de la discoteca de la mano, él no dejó de mirarla ni un solo momento. Dejaron a Antoine en el suelo de aquella habitación y Cleo no se dio ni cuenta de ese detalle, aunque de haberse dado cuenta la habría dado igual, se lo merecía, por cerdo. Pero seguía sin poder creerse como podía tener tanta confianza con un desconocido, podría que él fuese alguien peligroso. Pero no le importó, no sabia como, pero se sentía segura estando con él.

-¿Quieres ir en metro hasta tu casa? ¿O después de lo que viste mejor no?-. Preguntó Alan una vez fuera.
-Preferiría no coger el metro pero no tengo otro remedio, no voy a ir andando hasta casa-. Respondió ella en tono un poco triste. No quería volver al metro ese que parecía que estaba maldito.
-Tenemos otra opción ¿sabes?-. Le dijo él como de pasada, fingiendo que no sabía cuánto aliviaría eso a Cleo.
-¡De verdad! Y ¿cuál es?, porque soy toda oídos-. Le preguntó ella a su vez más calmada e incluso curiosa.
-He dejado mi coche por aquí cerca, si quieres yo me presto a llevarte-. Le contestó Alan convencido de que ella iba a aceptar.
-Está bien, si eso no supone una molestia para ti, te estaría muy agradecida-.Le respondió ella ilusionada con la perspectiva de pasar más tiempo con él.
-Por supuesto que no supone una molestia, estaré encantado de llevarte-.Dijo con una gran sonrisa. Después de esto se encaminaron hacía donde estaba aparcado el coche de Alan tomados de la mano.
Cuando se aproximaban al coche Alan pulsó el botón del cierre y con un pitido el coche se abrió. Era un coche… llamarle coche era poco, sería mejor llamarle máquina, a pesar de que estaba parado, pero prometía ser todo un bólido.
-¡Guau! Vaya coche, ¿es tuyo?-. Cleo estaba alucinada con la belleza del coche de Alan.
-¿Te gusta?-.Le preguntó retóricamente.-Sí, afortunadamente es mío-. Le aclaró.
-Puff… tiene pinta de ser una máquina. ¿Qué coche es?-. Preguntó curiosa Cleo.
-Es un Ascari KZ1, tiene un motor V8, más de 500 caballos y coge los 322 Km. por hora, así que, sí, es toda una máquina-. Le contestó Alan.
-No he entendido ni la mitad de lo que has dicho, pero suena bastante bien-. Respondió sincera. La verdad es que no sabía nada de coches, pero aquel parecía toda una pieza de coleccionista o como mínimo un coche de esos que salen el las películas.
- Venga sube, así lo ves por dentro, te va a encantar la tapicería-. La instó él para que entrara.
Cleo entró en el interior del coche, mientras Alan le sujetaba la puerta. Se quedó impresionada al ver la tapicería negra, iba en armonía con la pintura metalizada del coche. Los asientos eran cómodos y olían a cuero, Cleo se puso el cinturón mientras Alan daba la vuelta al coche para ponerse frente al volante.
Arrancó el coche y el motor rugió de forma maravillosa, metió primera y obediente salió hacia delante. Él no se puso el cinturón, pero se le veía muy seguro al volante. Cleo disfrutaba del viaje y mientras de vez en cuando echaba una ojeada a Alan, que iba sonriente y casi siempre mirándola.
Cuando Alan estaba a punto de hablar vio que algo se cruzaba en la carretera. Era una figura oscura y enorme. En seguida Alan reaccionó y pisó el freno del coche. Éste comenzó a frenar y finalmente, cuando entró el ABS, el coche se detuvo en seco delante de la enorme figura que quedó iluminada por los faros de xenón procedentes del coche.
Cleo se quedó helada, no podía creer lo que veían sus ojos, ante el coche de Alan había un enorme lobo. Tenía un tamaño cinco veces mayor que un lobo normal, Cleo se había convertido en un témpano de hielo a estas alturas, dirigió la mirada hacia Alan y este también la miraba a ella.
-Voy a salir, no te muevas. Volveré enseguida-. Le dijo él en tono calmado pero severo.
-¡Estás loco! ¿Has visto el tamaño de esa bestia? No puedes salir, te destrozará-. Gritaba Cleo histérica.
-Tranquila, Cleo, no me va a hacer nada, soy más fuerte que ella-. Siguió él hablando con el tono sereno.
-Pero… ¿cómo vas a ser más fuerte que él? Eh ¿cómo?-. Le preguntó ella.
-Sí Cleo, soy más fuerte que él porque… Cleo soy más fuerte porque… yo… bueno yo soy un… vampiro-. Consiguió declarar él al final. –Viene a buscarme a mí, y quiere pelea, así que no te muevas del coche-. Le volvió a suplicar Alan.
Puso la mano en el tirador de la puerta, pero entonces se volvió hacia Cleo, que tenía la mirada clavada en Alan, con una cara desconcertada totalmente. Entonces él se acercó a ella lentamente y la besó suavemente en los labios, después salió del coche y se encaró con el enorme lobo listo para luchar, y sobre todo para ganar esa lucha. No permitiría que nada malo le pasara a Cleo. Y mucho menos por una pandilla de pulgosos como aquellos.

FIN




CARLA LLORENTE DE MIGUELSANZ 4ºA

Queremos dar gracias a todos los que se han presentado y no han tenido la suerte de ganar.

FELICIDADES CARLA

Barro de Medelín

Pese a vivir en un barrio deprimido de Medellín (Santo Domingo Savio) y tener una triste situación familiar, Camilo es feliz en su barrio y en su ciudad y con su amigo Andrés. Cada vez que hay una tormenta tiene que cubrir de barro su casa para que nadie se dé cuenta de que está levantada con ladrillos robados mientras construían el flamante parque-biblioteca, orgullo del barrio junto con el metrocable.Se les pasa el día vagando por las empinadas calles, ingeniándoselas para conseguir aguardiente para su padre o discutiendo sobre si es el mejor barrio del mundo, si una ciudad se puede volver loca o si de mayores serán ladrones.Por casualidad, entran un día en la biblioteca y Camilo aprovecha para robar un libro, que cambiará por la botella de aguardiente para su padre. Al ver la facilidad y el buen resultado, repite, hasta que la bibliotecaria Mar los descubre... si es que no los había descubierto antes.
Actualmente "Barro de Medelín" es el premio nacional de literatura infantil-juvenil.

lunes, 16 de noviembre de 2009

NOVEDADES DE ESTA SEMANA


Barro de Medellin

Busco a Violet Park

Lucas es un adolescente que vive en el seno de una familia deshecha. Su padre había desaparecido años atrás sin dar explicaciones. Una noche, encuentra en una oficina de taxis una urna olvidada con las cenizas de Violet Park, una anciana absolutamente desconocida para él. Convencido de que su espíritu trata de comunicarse con él, empieza a investigar sobre su vida, y poco a poco descubre que aquella mujer tiene mucho que ver con él, y con la misteriosa desaparición de su padre...

jueves, 5 de noviembre de 2009

LAS SERPIENTES CIEGAS, DE FELIPE HERNÁNDEZ CAVA Y BARTOLOMÉ SEGUÍ, PREMIO NACIONAL DEL CÓMIC 2009


Los autores de cómic Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí (su blog), guionista y dibujante respectivamente, han sido galardonados hoy, con el Premio Nacional del Cómic 2009 por su obra Las serpientes ciegas. El Premio, concedido por el Ministerio de Cultura, está dotado con 20.000 euros, y tiene como objeto distinguir la mejor obra de esta especialidad publicada en cualquiera de las lenguas del Estado durante el año 2009.

Felipe Hernández Cava (Madrid-1953) es Licenciado en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Madrid. Es un "profesional de la historieta" que ha trabajado en diversas publicaciones y con varias generaciones de dibujantes. En 2008 publicó Bob Deler, con dibujos de Keko; Soy mi sueño, con dibujos de Pablo Auladell y Las serpientes ciegas, que ya obtuvo el premio al mejor álbum y mejor guión del Saló del Cómic de Barcelona de 2009, el premio de la Crítica al mejor álbum y al mejor guión y premio del Diario de Avisos al mejor guión: seleccionado por los libreros franceses como uno de los 15 mejores álbumes del 2008). En 2009 ha publicado El hombre descuadernado, con dibujos de Sanyú.



Bartolomé Seguí (Palma de Mallorca-1962) es autor de cómics e ilustrador. Ha colaborado en numerosas revistas de cómic como El Víbora, Cairo, El Jueves, Metropol, Madriz, Medios Revueltos, Nosotros somos los muertos, Tretzevents, Kiss, Creativa, Benzina, BDbanda. Es ilustrador infantil en importantes editoriales, como SM, Santillana, Larousse, Proa. También realiza ilustraciones en prensa para diarios como El País, Diario 16, Sur Express, El Observador o Última Hora.

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Ministerio de Cultura

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martes, 3 de noviembre de 2009

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